Nivel Secundario:
Escuela Secundaria N° 6 “José Gervasio Artigas”
Autores: Sofía Lyzun, Melina Silvero, Carolina Bur y Jazmín Villanueva.
Curso: 2° 1°
Docente: Fernando Gastón Corrales
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Nivel Primario:
Escuela N° 32 “Gral. Manuel Belgrano”
Obra: “Un viaje desde el 2010 al 1805”.
Autores: Mayra Bravo, Augusto Fiorito, Florencia Lómez Caballero y Macarena Simón.
Curso: 6° “B” Turno Tarde.
Docentes: Prof. Mónica Trejo y Prof. Marta Negreira.
Un viaje desde el 2010 al 1805
“Hace más de cuatrocientos largos años, por allá en el 1580, los aborígenes, primeros habitantes naturales de estas tierras, vieron llegar a otros hombres-nos contaba la señorita Mónica- Esos hombres de extrañas ropas, venían con no menos misteriosas embarcaciones por el río Paraná. Eran los españoles que desembarcaban a orillas del Río de La Plata.
Allí mismo, el jefe al mando: Don Juan de Garay, fundó una ciudad, a la que llamó Buenos Aires. En sus inicios era sólo un puñado de pequeñas y precarias casitas. Y aunque fueron llegando otros españoles a la ciudad-puerto, por muchos años continuó siendo escasamente poblada.
Relativamente cerca de Buenos Aires se formó, con el tiempo, otra población a orillas de un río: el Río de Las Conchas, actualmente Río Reconquista.
Ese nuevo pueblo, que hoy conocemos como Tigre, también fue y sigue siendo un puerto.
No pasó mucho tiempo hasta que la gran inundación del año 1805, obligó a lo pobladores de las cercanías del río, a mudarse a los Altos de Punta Gorda, lugar que ese mismo año el Virrey Sobremonte visitó y bautizó con el nombre de San Fernando de la Buena Vista”:
Chicos:- ¿Y qué más pasó?
Srta. Mónica:- ¿Quieren saber más?
Chicos:-¡Sí, SÍ, Sí!
Srta. Mónica:- Entonces tendrán que investigar.
Chicos:- Pero… ¿Cómo? ¿Dónde?
Srta. Mónica:- ¿Dónde les parece que pueden buscar más información?
Chicos:- ¿En la Biblioteca Madero?
Srta. Mónica:-Sí, muy bien. ¿Dónde más?
Chicos:- ¿En el Museo de la Ciudad de San Fernando?
Srta. Mónica:- Sí, también. Ya tienen dos lugares claves para visitar. Pueden ir después de clases, en grupos de dos o tres, o acompañados por algún familiar.
Así fue como nuestro grupo comenzó a organizarse para ir esa misma tarde al Museo, para saber más de la historia de San Fernando. Mayra, Macarena, Florencia y yo nos fuimos rumbo a la aventura.
Sin saber como habíamos llegado allí, nos encontrábamos caminando por un pasillo apenas iluminado, cuando vimos un gran bulto, tapado por una manta.
La curiosidad fue más fuerte que el miedo y sin vacilar lo destapamos. Asombrado exclamé:- ¡Es un sillón vibrador!
Mayra:- ¡Miren! Tiene un cartel, dice: “Machine of time”
Un rojo botón nos invitaba a apretarlo, era como si nos pidiera que lo tocáramos y la tentación venció rápidamente a Macarena, quien sin pensarlo demasiado, lo accionó.
Miramos a nuestro alrededor, pero ya nada nos era familiar; algunas de las casas eran de ladrillos, otras de paja, sin embargo todas ellas se encontraban a orillas de un río.
Por suerte pasó un señor al que le preguntamos:-¿Dónde estamos?
A orillas del Río de Las Conchas- nos respondió.
-¿En qué año estamos?
En 1805 nos contestó, ya comenzando a mirarnos un poco raro.
¡Estamos en el pasado!- exclamó Florencia- en la inundación, ¿Se acuerdan cuando la señorita Mónica nos contaba esto ayer?
Vimos a la gente correr desordenadamente, entonces giramos para ver qué sucedía, cuando una pared de agua, de dos o tres metros de alto se nos acercó cada vez más.
El terror se apoderó de nosotros y empezamos a correr, igual que todos los demás, algunos se cansaban, caían y quedaban en el camino. El agua arrasó a su paso con árboles, casas y hasta personas. El panorama era desolador, flotando se hallaban todo tipo de objetos, desde muebles, cacerolas y platos hasta libros y juguetes.
Gracias a la gran velocidad con que corríamos, nos salvamos de la catástrofe, y junto a los sobrevivientes nos dirigimos a Los Altos de Punta Gorda.
Tiempo después, y aunque no lo crean, en ese mismo lugar pudimos ver al mismísimo Virrey Sobremonte, quien sentado bajo el hoy histórico ombú de la Quinta El Ombú, dijo: -¡Qué buena vista! Bautizaré a este lugar con el nombre de San Fernando de la Buena Vista.
Todo muy lindo y emocionante pero en algún lugar teníamos que comer, dormir, digamos vivir. Por suerte nos recibieron en la iglesia. El padre dijo:- ¿Qué necesitan?
Macarena:- Un lugar donde podamos quedarnos.
Padre:- Esta habitación, tiene cuatro camas, aquí pueden quedarse un tiempo, hasta que consigan algo mejor. Si necesitan trabajar, aquí necesitamos alguien que barra, limpie los santos, cante y toque la guitarra y haga sonar las campanas para la misa.
Nos mezclábamos y confundíamos con los chicos de la época, las chicas jugaban a la rayuela y yo a la pelota. Todo marchaba de maravillas, pero empezábamos a extrañar a la familia, los amigos, la escuela, la comida, ¡Todo!
Pronto acudió en nuestra ayuda la tan ansiada solución: Macarena llegó casi sin respiración, porque había descubierto en una habitación de la iglesia, otra máquina del tiempo. ¡Qué alegría! Era nuestra posibilidad de volver a nuestro tiempo. Pero antes teníamos que fotografiar todo lo que pudiéramos para el trabajo de Ciencias Sociales. Sacamos fotos de todo y de todos, pero la mejor la sacó Mayra, quien escondida cerquita del Ombú nos tomó a los tres, nada menos que con el Virrey Sobremonte. Esa foto sí, que era un documento histórico revelador y además la única prueba de nuestro viaje al pasado.
Juntamos nuestras pocas pertenencias y nos dirigimos a la “Machina of time”. Esta vez yo, me dí el gusto de apretar el rojo, rojísimo botón.
Cuando miramos a nuestro alrededor estábamos nuevamente en el Museo de La Ciudad. Empezamos a saltar de alegría, nos abrazábamos y gritábamos de contentos, cuando se escuchó un reto:- ¡Silencio, estamos en el Museo!, entonces despacito, despacito nos fuimos de allí en silencio.
Al día siguiente, una vez en la escuela presentamos nuestro trabajo, por supuesto nos sacamos diez, no nos sacamos once porque la señorita no pone más que diez.
En cuanto a la fotografía, en la que estábamos con el Virrey Sobremonte: todos, pero todos dicen y siguen diciendo que es un truco de la tecnología digital. ¿Qué pasa con la gente grande? ¿Acaso perdieron la imaginación?
Seudónimo: Viajeros del tiempo
“Hace más de cuatrocientos largos años, por allá en el 1580, los aborígenes, primeros habitantes naturales de estas tierras, vieron llegar a otros hombres-nos contaba la señorita Mónica- Esos hombres de extrañas ropas, venían con no menos misteriosas embarcaciones por el río Paraná. Eran los españoles que desembarcaban a orillas del Río de La Plata.
Allí mismo, el jefe al mando: Don Juan de Garay, fundó una ciudad, a la que llamó Buenos Aires. En sus inicios era sólo un puñado de pequeñas y precarias casitas. Y aunque fueron llegando otros españoles a la ciudad-puerto, por muchos años continuó siendo escasamente poblada.
Relativamente cerca de Buenos Aires se formó, con el tiempo, otra población a orillas de un río: el Río de Las Conchas, actualmente Río Reconquista.
Ese nuevo pueblo, que hoy conocemos como Tigre, también fue y sigue siendo un puerto.
No pasó mucho tiempo hasta que la gran inundación del año 1805, obligó a lo pobladores de las cercanías del río, a mudarse a los Altos de Punta Gorda, lugar que ese mismo año el Virrey Sobremonte visitó y bautizó con el nombre de San Fernando de la Buena Vista”:
Chicos:- ¿Y qué más pasó?
Srta. Mónica:- ¿Quieren saber más?
Chicos:-¡Sí, SÍ, Sí!
Srta. Mónica:- Entonces tendrán que investigar.
Chicos:- Pero… ¿Cómo? ¿Dónde?
Srta. Mónica:- ¿Dónde les parece que pueden buscar más información?
Chicos:- ¿En la Biblioteca Madero?
Srta. Mónica:-Sí, muy bien. ¿Dónde más?
Chicos:- ¿En el Museo de la Ciudad de San Fernando?
Srta. Mónica:- Sí, también. Ya tienen dos lugares claves para visitar. Pueden ir después de clases, en grupos de dos o tres, o acompañados por algún familiar.
Así fue como nuestro grupo comenzó a organizarse para ir esa misma tarde al Museo, para saber más de la historia de San Fernando. Mayra, Macarena, Florencia y yo nos fuimos rumbo a la aventura.
Sin saber como habíamos llegado allí, nos encontrábamos caminando por un pasillo apenas iluminado, cuando vimos un gran bulto, tapado por una manta.
La curiosidad fue más fuerte que el miedo y sin vacilar lo destapamos. Asombrado exclamé:- ¡Es un sillón vibrador!
Mayra:- ¡Miren! Tiene un cartel, dice: “Machine of time”
Un rojo botón nos invitaba a apretarlo, era como si nos pidiera que lo tocáramos y la tentación venció rápidamente a Macarena, quien sin pensarlo demasiado, lo accionó.
Miramos a nuestro alrededor, pero ya nada nos era familiar; algunas de las casas eran de ladrillos, otras de paja, sin embargo todas ellas se encontraban a orillas de un río.
Por suerte pasó un señor al que le preguntamos:-¿Dónde estamos?
A orillas del Río de Las Conchas- nos respondió.
-¿En qué año estamos?
En 1805 nos contestó, ya comenzando a mirarnos un poco raro.
¡Estamos en el pasado!- exclamó Florencia- en la inundación, ¿Se acuerdan cuando la señorita Mónica nos contaba esto ayer?
Vimos a la gente correr desordenadamente, entonces giramos para ver qué sucedía, cuando una pared de agua, de dos o tres metros de alto se nos acercó cada vez más.
El terror se apoderó de nosotros y empezamos a correr, igual que todos los demás, algunos se cansaban, caían y quedaban en el camino. El agua arrasó a su paso con árboles, casas y hasta personas. El panorama era desolador, flotando se hallaban todo tipo de objetos, desde muebles, cacerolas y platos hasta libros y juguetes.
Gracias a la gran velocidad con que corríamos, nos salvamos de la catástrofe, y junto a los sobrevivientes nos dirigimos a Los Altos de Punta Gorda.
Tiempo después, y aunque no lo crean, en ese mismo lugar pudimos ver al mismísimo Virrey Sobremonte, quien sentado bajo el hoy histórico ombú de la Quinta El Ombú, dijo: -¡Qué buena vista! Bautizaré a este lugar con el nombre de San Fernando de la Buena Vista.
Todo muy lindo y emocionante pero en algún lugar teníamos que comer, dormir, digamos vivir. Por suerte nos recibieron en la iglesia. El padre dijo:- ¿Qué necesitan?
Macarena:- Un lugar donde podamos quedarnos.
Padre:- Esta habitación, tiene cuatro camas, aquí pueden quedarse un tiempo, hasta que consigan algo mejor. Si necesitan trabajar, aquí necesitamos alguien que barra, limpie los santos, cante y toque la guitarra y haga sonar las campanas para la misa.
Nos mezclábamos y confundíamos con los chicos de la época, las chicas jugaban a la rayuela y yo a la pelota. Todo marchaba de maravillas, pero empezábamos a extrañar a la familia, los amigos, la escuela, la comida, ¡Todo!
Pronto acudió en nuestra ayuda la tan ansiada solución: Macarena llegó casi sin respiración, porque había descubierto en una habitación de la iglesia, otra máquina del tiempo. ¡Qué alegría! Era nuestra posibilidad de volver a nuestro tiempo. Pero antes teníamos que fotografiar todo lo que pudiéramos para el trabajo de Ciencias Sociales. Sacamos fotos de todo y de todos, pero la mejor la sacó Mayra, quien escondida cerquita del Ombú nos tomó a los tres, nada menos que con el Virrey Sobremonte. Esa foto sí, que era un documento histórico revelador y además la única prueba de nuestro viaje al pasado.
Juntamos nuestras pocas pertenencias y nos dirigimos a la “Machina of time”. Esta vez yo, me dí el gusto de apretar el rojo, rojísimo botón.
Cuando miramos a nuestro alrededor estábamos nuevamente en el Museo de La Ciudad. Empezamos a saltar de alegría, nos abrazábamos y gritábamos de contentos, cuando se escuchó un reto:- ¡Silencio, estamos en el Museo!, entonces despacito, despacito nos fuimos de allí en silencio.
Al día siguiente, una vez en la escuela presentamos nuestro trabajo, por supuesto nos sacamos diez, no nos sacamos once porque la señorita no pone más que diez.
En cuanto a la fotografía, en la que estábamos con el Virrey Sobremonte: todos, pero todos dicen y siguen diciendo que es un truco de la tecnología digital. ¿Qué pasa con la gente grande? ¿Acaso perdieron la imaginación?
Seudónimo: Viajeros del tiempo